Saturday, February 6, 2010


No sé en qué momento de historia o de la prehistoria nos conocimos, sólo sé que estoy condenado a encontrarla en los lugares más insólitos de la ciudad y de mi mente. De su nombre no tengo idea, pero su cara la conozco como un condenado a muerte las paredes de su última celda. Basta con dejar de pensarla para que aparezca en el banco, en el centro comercial, en el supermercado o en la clínica. Nos vemos desde lejos y nos deseamos con ojos húmedos, pero ambos sabemos que hablarnos bastaría para romper el conjuro y acabar con la mágica connotación de nuestra rara historia